Un mensaje de FRATERNIDAD

Desde los años 30 del Siglo XX, y hasta principios de los 60, en el Barrio Chino de La Habana se editó la Revista Bilingüe FRATERNIDAD, voz oficial de la Asociación de Detallistas del Comercio de la Colonia China de Cuba.
En el año 2000 se logró rescatar esta publicación, que ahora tuvo una vida demasiado efímera, aunque se logró publicar suficientes materiales relacionados con la historia, la cultura y la actualidad de la Comunidad China de Cuba.
Lamentablemente, en el 2006, volvió a desaparecer.
AHORA INTENTO RESCATAR EL ESPÍRITU DE CONFRATERNIDAD DE AQUELLA PUBLICACIÓN.

martes, 28 de mayo de 2013

Como fénix renacido.



Si bien este trabajo no salió en Fraternidad, es parte esencial del inicio de todo ese rescate.

El año 2013 tiene un significado especial para la Comunidad China de Cuba, en el mes de octubre, se cumplen 30 años del inicio de las acciones de rescate de la cultura, las artes y las tradiciones que los chinos trajeron a Cuba, hace ya 166 años.

Hay que recordar que la primera entrada masiva de chinos a Cuba ocurrió el 3 de junio de 1847, cuando al puerto de La Habana, arribó el bergantín español Oquendo con 206 chinos contratados para la agricultura colonial. El negocio estaba sustentado en la amplia experiencia de los británicos con los llamados culíes, en sus colonias del Mar de las Antillas. En Cuba, la Real Junta de Fomento conoció de este tráfico de fuerza de trabajo y en 1844 envió un agente a China. No es necesario decir que la Junta recibió informes favorables. Es entonces que uno de los más ricos hacendados y esclavistas cubanos, Julián de Zulueta y Amondo, presenta un proyecto para financiar la introducción de chinos contratados. El negocio lo hace con la firma que posee su hermano Pedro de Zulueta en Londres, quienes contactan a la casa Matía Menchacatorre, de Manila, y a la Tait and Co, empresa inglesa establecida en el puerto de Amoy para comerciar con culíes, desde una serie de barracones y depósitos construidos al efecto en aquel puerto chino desde 1846.

Desde su entrada a Cuba, los chinos sufrieron abusos y discriminación. Esas condiciones de vida, unido a la natural rebeldía y el orgullo de una nación con una historia milenaria, facilitó su incorporación a las luchas por la independencia y la sociedad en gestación. Al terminar la guerra, muchos chinos habían logrado alcanzar altos grados militares y uno de ellos, el teniente coronel José Bu, fue de los cinco extranjeros que se habían ganado el derecho a aspirar a la presidencia de la República. Sin embargo, fiel a su naturaleza sencilla y humilde, renunció a las pompas y fundó una sociedad para reunir a las personas de su apellido y procurarles ayuda y sostén.

Este mismo espíritu de confraternidad animó a toda la Comunidad China de Cuba, a lo largo de su historia. El Barrio Chino de La Habana llegó a ser, en los años 40 y 50 del Siglo XX, el más populoso y próspero de América Latina. Poseía teatros, periódicos, revistas, negocios de todo tipo, grandes almacenes, una Cámara de Comercio... Era común ver por las calles la Danza del León y otras manifestaciones artísticas, junto a una elevada cultura gastronómica y comercial. Pero el paso inexorable del tiempo, y diversos procesos de re-emigración y distanciamiento entre Cuba y China, provocaron un declive en el Barrio Chino de La Habana y su Comunidad.

Durante más de 20 años, desde 1961 a 1983, los tambores y gongos fueron silenciados en el entorno del Barrio Chino de La Habana. En el año 1982, la institución encargada de la cultura en Cuba, encargó a sus investigadores y expertos, darse a la búsqueda de manifestaciones de la cultura popular para confeccionar un Atlas, eso facilitó que el folclorista Raúl Simanca Boulanger, (ya fallecido), contactara con las exiguas autoridades de la Comunidad China, para rescatar algunas manifestaciones artísticas como la pintura, la escultura y la música. Entonces se da a la tarea de investigar sobre una danza que conocía por haberla visto alguna vez en su infancia durante las fiestas del carnaval habanero: la danza del dragón, como erróneamente se le llamaba en Cuba a la Danza del León.

Pasados muchos avatares, un reducido grupo de personas, entre chinos y descendientes, lograron rescatar implementos y movimientos esenciales. El 23 de octubre de 1983, en medio de las celebraciones por el Día de la Cultura Cubana, la Galería de Arte de la calle Galiano, en el municipio de Centro Habana, fue escenario de los toques bailes, mientras decenas de habaneros miraban asombrados. Aquel ínfimo primer paso, precedió a la mayor muestra de piezas y objetos de origen chino, donados por miembros de la Comunidad China al aún incierto Museo de Centro Habana. Con el paso de algunos años, el rescate se fue haciendo mayor y posibilitó un renacer, cual ave fénix, del sistema clánico de instituciones tradicionales como son las sociedades chinas.

Cada con pasos más firmes y largos, la Comunidad China de Cuba, vivió un nuevo esplendor en los años 90y principios del siglo XXI. El Barrio recibió mejoras arquitectónicas, urbanísticas y una especial atención socioeconómica, se logró rescatar del olvido y los hogares domésticos, las antiquísimas tradiciones culinarias de los chinos. En aquellos tiempos surgió una calle comercial que aún perdura. La cultura alcanzó niveles aceptables con grupos de danza, de artes plásticas, una Escuela de Artes Marciales, la ópera tradicional por las voces de algunas antiguas actrices…

Muchas de estas acciones se pudieron llevar a cabo por la creación de una institución de carácter estatal, el Grupo Promotor del Barrio Chino de La Habana, que al poseer un sólido andamiaje comercial, dedicaba recursos a las actividades socioculturales. Poco tiempo después, por razones lógicas, pero no insalvables, esta institución desapareció, dejando al Barrio Chino de La Habana, más huérfano que nunca. Hoy sobrevive agónicamente.

Es en este entorno que, por intermedio de la Escuela Cubana de Wushu, de excelentes resultados deportivos, en la promoción de salud, en la propagación de la cultura china entre los cubanos, que recordamos los 30 años del inicio del rescate de la cultura que los chinos legaron a sus descendientes cubanos.

Como hace 30 años, somos un pequeño grupo de chinos y descendientes, intentando que la suerte que porta el cuerno del León Chino, se siga irradiando hacia nuestra Comunidad y la nación cubana, de la que todos, sin excepción formamos ya parte indisoluble. Una relación de hermandad y amistad entre dos pueblos que tiene 166 años, nacida cuando los primeros chinos arribaron al puerto de La Habana y miraron asombrados la exuberante vegetación y las azules aguas de la bahía. Sus sueños aún se mantienen vivos.