Cientos de habaneros miraban asombrados la esquina de
Galiano y Virtudes. Un grupo chinos y
descendientes cubanos vestían ropas extrañas, llevan un raro muñeco con un
cuerno y una larga cola, un misterioso tambor, nada parecido a los de las
fiestas africanas, ruido de platillos y gongo. Al parecer todo una
confabulación, y en realidad eso era: una confabulación, pero de arte y
tradiciones.
La Galería de Arte de Galiano servía de sede a un
evento inusual en el mundillo cultural de la ciudad. Por primera en 20 años, La
danza del León Chino, mal llamada aquí como del Dragón, volvía las calles, después de su última aparición en
los carnavales de 1961. La casi desaparecida Comunidad China, salía del
ostracismo ocasionado por el enfriamiento de las relaciones entre Cuba y China,
por el alineamiento antillano a la política de la entonces Unión Soviética.
Ese día, el domingo 23 de octubre de 1983, mientras
millones de cubanos disfrutaban en la Tanda del Domingo de la cinta “2001, una
odisea del espacio”, algunos cientos de habaneros, caminantes, viajantes de
algún ómnibus casual, vieron los movimientos del León Chino, escucharon el tam
tam del tambor y la estridencia de unos platillos, ya enumerados todos en el
patrimonio de un museo que aún hoy, octubre de 2013, no existe.
Hace 30 años, después de un largo proceso de
investigación, convencimiento, dialogo, se logró iniciar las labores de rescate
de los valores tradicionales y culturales que los chinos trajeron a Cuba, con
sus alforjas de sueños y esperanzas, y que indeleblemente quedaron en la
nacionalidad y la identidad cultural cubana.
Manuel Tang, (Abuela por su personaje en la ópera
tradicional); Ley Wu, (conocido por Kalok Chi Gen y fundador de la Sociedad de
Cultura Física Chi Mut Jay Yu Wut, en los años 30) y Soy On Lee, (conocido por
Mario), acompañados de Justo Kuok, Julio G. Hun, los hermanos Ernesto y Carlos
Alay, fueron los protagonistas de aquel primer paso, pequeño para esta Habana
multifacética, pero inmenso para lograr el reconocimiento a la importancia de la
inmigración china en la formación de la cultura y la identidad cubanas.
Uno de aquellos iniciadores, ha mantenido su presencia
en la vida sociocultural del Barrio y la Comunidad China de Cuba: Carlos Alay. Los
maestros viven en el País de las Moreras Amarillas hace mucho tiempo y los
otrora jóvenes se han dedicado a otras labores, aunque permanecen cercanos.
Carlos Alay no solo fue de los primeros en las labores del rescate cultural,
sino que también fue el primero en trabajar por rescatar el prestigio y las
tradiciones gastronómicas y los deliciosos platos que los chinos legaron a la
mesa mestiza cubana.
En el mismo lugar donde Chung Leng, (conocido como
Luis Pérez), estableció en 1858 la primera casa de comidas chinas recogida en
la historia, la esquina de Zanja y Cuchillo, Carlos Alay creó un restaurante de
participación familiar, el Guang Zhou, que es un símbolo de respeto a las
tradiciones, la comida china, el prestigio de los chinos como comerciantes…
Aquí se festeja el Año Nuevo Lunar, siempre con la Danza del León, que hoy
portan no aquellos que lo rescataron tres décadas atrás, sino sus hijos y quién
sabe, dentro de pocos años, serán los nietos, siendo una muestra actual no solo
de rescate y transmisión de tradiciones, sino también de supervivencia y
resistencia cultural como portadores.
Hace
30 años, al León Chino empezó a regar la suerte desde su cuerno y hoy el Barrio
Chino de La Habana exhibe una imagen diferente. Tres chinos, ya ancianos y cuatro
descendientes, dieron los primeros pasos del León y su huella quedó hasta ahora
en las calles de esta hermosa Habana, multicolor y multiétnica, que al decir de
un buen amigo y cronista: amamos y padecemos.