Finalizó la Serie 53 de la pelota cubana, y ya Matanzas es el indiscutible Campeón Nacional. Quizás haya quien me diga que aun
resta la final entre los cocodrilos y los pinareños, pero de eso no vale la
pena hablar porque Alfonso Urquiola no va poder a detener a los inspirados de
Víctor Mesa.
Los únicos que podrían haberle puesto el PARE a los
matanceros eran los Azules de La Habana, pero a estos le bloquearon el camino
los únicos que podían hacerlo: los árbitros, sumados a su propia
¿desmotivación? Decisiones erróneas, como el out por foul fly de Yuliesky,
protestado por Vargas, y ratificado, (una vez mas violando las reglas), por el mismo
que debía hacerlas respetar. Otra decisión en contra un out en home que
igualaba el último partido y… se vio claramente que era quieto el corredor.
Según mi inexperto punto de vista, lo acontecido en
los últimos dos partidos en Pinar del Río demostraron que hubo tres equipos en
el terreno: Leones, Lobos y Árbitros, aunque el juego fue de dos contra uno.
Strikes cantados como bolas y bolas cantadas como strikes, de todo hubo, y
aunque no me voy a hacer eco de las fantasías y paranoias de muchos fanáticos
azules, la realidad supera a la ficción y todo parece un montaje dramatúrgico
hacia un solo fin.
La Dirección de Deportes de La Habana debe ahora hacer
un análisis profundo con el equipo azul, ver el por qué de las debilidades que
son muchas; los errores en la dirección que son colosales, (¿qué es sino un
bateador que en tres bolas sin strikes, se poncha o un pitcher que está siendo
castigado y hay que esperar a que se acaben los cucuruchitos de maní; que un
deportista quiera mascar chicle en vez de jugar pelota?)