En mis 55 años de existencia
he sido testigo de muchos acontecimientos. De hecho, ¿qué cubano en este medio
siglo no ha sido partícipe de hechos únicos? Sin embargo, yo que he estado en
casi todos los momentos del rescate del Barrio Chino de La Habana y de las artes
y tradiciones que los chinos nos dejaron como herencia, siento que existen tres
que fueron inesperados.
Cuando tenía 8 años, en
1968, Fidel anunció en la Plaza que había muerto el Che y leyó su carta de
despedida. Junto a casi un millón de habaneros me sorprendí, aunque en ese
instante no alcanzaba a comprender cabalmente las caras de tristeza de los que
me rodeaban.
El 17 de diciembre de 1914
fue una fecha memorable: Cuba y Estados Unidos informaban al mundo,
simultáneamente, la intención de restablecer las relaciones diplomáticas. La
noticia me sorprendió en las calles y si la escuché se debió a la sintonía
total, de la Punta de Maisí al Cabo de San Antonio. Los cubanos en las calles
estaban asombrados: ¿Relaciones diplomáticas? ¡Increíble!
Hace poco, respondiendo las
preguntas de una periodista suiza, comenté que aunque no formó parte abierta de
ese proceso, China había influido en ese paso, su fuerza económica y política a
nivel mundial había desplazado muchos puntos álgidos, girando el compás de las
relaciones internacionales hacia otros derroteros.
Ahora, el 20 de Julio de
2015, la bandera cubana ondeará en Washington plena y libre, como nunca debió
dejar de hacerlo. En La Habana, 116 años después de que se elevará como
interventora en el Palacio de los Capitanes Generales, hecho acaecido el 1ro de
enero de 1899, la enseña de las barras y las estrellas también volverá a
izarse, pero en esta oportunidad, como igual. Este izamiento, también
sorprendente, parecía algo que recordarían mis nietos.
Ojalá antes de terminar mi
paso por el planeta Tierra pueda ser testigo de otros acontecimientos de
similar destaque: uno de ellos: el levantamiento del bloqueo. Tengo esperanzas,
espero que no demore.
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